Martín lleva años siendo la sombra perfecta: un hombre sin pasado que ejecuta órdenes sin preguntar. Para Alfredo —el mafioso con sangre vasca que convirtió un bar de mala muerte en un imperio de silencios—, es su arma más letal. Pero en las noches de whisky barato y tangos desafinados, algo cruje bajo la máscara de lealtad. Ahora, con la policía pisándoles los talones y la sospecha reptando entre los suyos, Martín está a un paso de cumplir aquello que lo trajo aquí. El reloj avanza, las miradas se clavan en su nuca, y cada palabra suya sabe a despedida. Porque en Sad Hill hay una palabra que no existe: 'adiós'. Solo hay hombres que un día dejan de aparecer.